El proceso entra en su fase final. Es el momento de desmontar todas las piezas y darles su aspecto final. La habilidad del artesano vuelve a ser fundamental en el retoque, la conclusión de un proceso en el que cada pieza importa.
Desmontaje y preparación de las piezas
Tras el proceso de decapado, el árbol se encuentra limpio y listo para el siguiente proceso. Con el corte seco de unas cizallas de mano y mucha paciencia, el artesano comienza a desmontar el árbol pieza a pieza. Más tarde, con el arco de sierra realiza un corte más preciso que elimina cualquier vestigio del punto de unión con tallo del árbol. Cada pieza debe quedar ajustada a su perfil final y lista para comenzar con los trabajos de retoque y acabado.
El repaso a cada pieza: limar, esmerilar, calar...
Toca ahora repasar cada pieza, alternando el limado y el esmerilado hasta borrar todo rastro y marca. Aunque pueda parecer un trabajo rutinario y menor, el limado y esmerilado de cada pieza exige toda la habilidad del artesano. Estamos tratando con piezas muy pequeñas, delicadas, hechas de metales nobles y con muy poco margen para el error. El repaso y retoque de las piezas no deberían arruinar todo el proceso previo de la microfusión. Otra vez, la pericia y los años de oficio resultan fundamentales.
A través del limado y el esmerilado se corrigen todas las imperfecciones de cada pieza. Generalmente, se lima primero y luego se esmerila, siempre de modo gradual, desde las fases más abrasivas hasta las más suaves. Lo más difícil del esmerilado es hacer desaparecer las rayas que producen las limas sobre la pieza.
A esta fase de retoque, pueden añadirse otras acciones como las de calar y perforar. Para esto, la sierra de calar resulta imprescindible y tanto es así, que constituye una de las herramientas más representativas del oficio de joyero. Se suele calar con la finalidad de cortar alguna pequeña parte del interior de una pieza o para el ajuste de otro material en su interior.
Poco a poco, las piezas van quedando listas para el pulido final o bien para recibir cualquier otro acabado, como por ejemplo, el patinado.
El pulido final
Es el acabado final más empleado en joyería. Tras la fase de retoque, las piezas que no precisan de otras técnicas de acabado, terminan con el pulido del metal. Aunque existen varias formas de dar brillo, la más empleada es el del pulido manual con máquina pulidora. Un buen artesano sabe como pulir los volúmenes exteriores y también los agujeros interiores, las galerías de difícil acceso o los rincones más inaccesibles.
Es otro proceso que se realiza de modo gradual, empleando diversas pastas abrasivas y donde la pieza puede experimentar una ligerísima merma.